La que han montado unos finlandeses cachondos. Se han colado en internet, en radio y televisión y en todos los periódicos como unos auténticos “trolls” que son. Y ejerciendo de tales. Ante tal muestra de sinceridad, no les extrañe que el personal se postre a sus pies y, con denodada pasión, les vote: “
Finland, twelve points”. Y Eurovisión al bote. De los gusanos, que estos chicos no tienen pinta de comer otra cosa. Los monstruos al poder. Cuanto más feo, más hermoso. Da igual hombre, monstruo u oso monstruoso. Que los más horrendos personajes pueden llegar a lo más alto –incluso por los votos- es un hecho demostrado. Bush o Chávez dan el perfil, pero a mí me preocupa más lo de Lordi, que es el nombre del grupo heavy finés. Y es que verán. Tanto repetirnos que Eurovisión es un concurso ridículo, un engendro cursi y pasado de moda, y luego el gallinero patrio aprieta las nalgas por participar y, sobre todo, por intentar ganar. Tanta “Operación Triunfo”, tanta “academia”, tanta memez y tanto proteger a los artistas de babas y rizos para que nos lleguen unos extras escapados del rodaje del Señor de los Anillos y arrasen con todo el poblado. Los trolls y los orcos han pegado fuego a Europa. Y aún hay quien se empeña en querer venir aquí a toda costa y por toda la ídem. Nada de eso, conguito. Por mucho que se empeñen, no dejaremos que Senegal o Costa de Marfil o Guinea participen en Eurovisión. Faltaría más. Que aprendan a desarrollar su economía como el dios cristiano manda, y así podrán tener certámenes musicales como éste, tan singular y tan blanco. Porque debajo del látex del quinteto hay unos chicos guapos y rubios como soles. Antes monstruos que negros,
que las plazas de nuestras ciudades no pueden llenarse de gente así, tan oscura, tan aceituna, tan amarilla. Soluciones ya. Si los yankis levantan un muro, si los judíos otro, ¿por qué no en Canarias? Que nos sobra la maquinaria, oigan, que tenemos un parque móvil de grúas y excavadoras que para sí quisieran los de la presa china ésa, monstruosa ella también. Que ya tenemos casi todo asfaltado y fabricado y pronto la concretera dejará de girar. Un nuevo proyecto es necesario. Grande, audaz, monstruoso. Moveremos un poquito hacia la costa el anillo insular y le echaremos cinco metros de hormigón hacia arriba. En las siete islas. Y ya no entra ninguno más.
Si es que no han sabido desarrollar su economía, los muy ignorantes. Lo que les decía al principio, que toda Europa está escandalizada porque hemos votado a unos monstruos y ahora nos ha entrado el miedo. Aquí, en Canarias, no nos sorprende tanto la cosa. Como que tenemos costumbre, de largo. Lo malo es que nadie se atreve a quitarles las caretas.