La otra noche me senté frente a la tele esperando el comienzo de
Buenafuente, casi lo único que veo de la caja tonta. El programa se retrasaba porque en esa cadena,
Antena 3, emitían un reportaje de los que eufemísticamente llaman “periodismo de investigación”. Un equipo de esa emisora se había desplazado a Marrakech –o eso entendí– para desvelar las tramas de la prostitución infantil. Para ello, no dudaban en ofrecer dinero a unas celestinas, o en entrevistar –ocultando el rostro del pederasta– a un fulano que decía bajar de vez en cuando desde Málaga a la localidad antedicha porque los niños de allí “eran buenos folladores” y otras lindezas por el estilo. Supongo que algún fiscal, alguna unidad policial, algún político o alguna asociación de amigos de la infancia habrá pedido que se abra una investigación, o que Antena 3 desvele toda la cantidad de basura que destapó –y también ocultó deliberadamente, además de, posiblemente, pagar por la información a gente sin escrúpulos–. Pero creo que soy un ingenuo. El señorito de Málaga estaría en su sillón recordando sus últimas proezas sexuales con los “moritos” mientras se veía sonriente en la pequeña pantalla, al mismo tiempo que casi 40 personas han sido detenidos en España por comprar fotografías via internet. La misma cadena, y casi todos los medios, han arremetido sin piedad contra la red de redes, por considerar que “fomenta la pederastia”. ¿Y ellos? Qué indecencia. Si de algo ha servido internet en este caso, ha sido precisamente para descubrir con suma facilidad a esta cuadrilla de enfermos. Que existían antes de internet y, muy probablemente, seguirán existiendo el día que consigan cerrarla. Pero, ¿qué pasa con la televisión? ¿Por qué hay un rasero distinto? Para colmo, hoy mismo salta la noticia de que
el Gobierno –en los muy puritanos EEUU– pretende que las grandes compañías de buscadores faciliten datos acerca de las entradas de los usuarios relacionadas con la pornografía infantil. La mayoría han agachado la cabeza y pasado por el aro (Microsoft, Yahoo!, AOL) y sólo ha mantenido la dignidad, y la confianza en sus usuarios,
Google. Y los usuarios la confianza en él.
Comentaba este asunto hoy con un amigo mientras, por aquello de las casualidades, consultaba mi modesta cuenta en
StatCounter, donde puedo saber –yo y quien quiera, puesto que no he cerrado el acceso–, el origen de las conexiones a mi blog. Muchas de ellos vienen vía los principales buscadores. Lo gracioso del asunto es que, desde México, alguien había entrado en mis dominios haciendo en
MSN la búsqueda “penes de adolescentes de 13 años”.
Así, como lo leen. Éste es el tipo de cosas que quieren buscar en los buscadores los políticos americanos (y los españoles, y todos los demás). Supongo que al mejicano lo pondrían en cuarentena si lo pillan, mi blog sería revisado de arriba abajo, y todos bajo sospecha del Gran Hermano. Aviones de la CIA aterrizando en Los Rodeos con la ignorancia o permisividad de los gobiernos central y autonómico –lo habitual–, misiles dirigidos contra mis bienes inmuebles si me resisto o quién sabe si incluso habitación individual en Guantánamo. Tal como está el patio, no descarten cabezas nucleares francesas. Por cierto, les aclaro que, como es natural, he buscado el porqué del enlace. Sorprendentemente, mi blog es el segundo enlace para ese buscador si uno teclea la frase de marras. La
página contiene las palabras “adolescente” y “años” porque son muy habituales, el número “13” porque hay comentarios numerados, y la terrible palabra “pene”... porque a unos de los contertulios habituales de mi blog –y de los amigos, además–, se le ocurrió escribir un día en relación con una discusión sobre fenómenos paranormales que: “llega un momento en que la gente no discute ni dialoga ni penes en vinagre”... Tiene gracia la cosa, de verdad.
Si no fuera porque
Google todavía está ahí, creo que dejaría de usar internet. Incluso me gustaría comprar acciones de la empresa, pero están por las nubes. Será que la gente confía en ellos. ¿Por qué no les damos el Archivo completo de la Guerra Civil de Salamanca y nos dejamos de
penes en vinagre? En un periquete, todos podríamos ver esos papelotes tan valiosos sin movernos del sillón. Y dejar de ver policías y guardias civiles. Y alcaldes jurásicos y ministras folclóricas. Un gustazo.