Comentario semanal para el periódico El Día de Tenerife (ZonaWeb)
Acaba de conocerse el
fallo del Planeta. Y no, no estoy hablando otra vez del tan traído asunto de
Plutón, sino del controvertido premio literario del mismo nombre. Tanto a la agraciada –que lo es, en todos los sentidos de la palabra–, como al jurado y como a la editorial, les están lloviendo todo un aluvión de críticas. Tiempo tendré en Navidades de juzgar por mí mismo. Ya saben ustedes que estos libros nunca se los compra uno por voluntad propia, sino que un día aparecen misteriosamente en la casa envueltos en papel de regalo de El Corte Inglés. Miedo me da volver a leer
“una historia de amor y de los encuentros y desencuentros que provoca el amor; un relato sobre las segundas oportunidades...”, como ha declarado a la prensa su autora, María de la Pau Janer, y otros tópicos de los que tanto gustan los escritores, que se repiten más en sus valoraciones que los ciclistas del Tour o que Fernando Alonso. El caso es que yo venía a hablar aquí de mi libro, como dijo ese otro escritor inmortalizando la frase para los evos. Del último libro que he leído y que, oh casualidad, tiene bastante que ver con los temas que nos suelen ocupar en esta página de tecnología. Se trata de
Leila.exe, la segunda novela del escritor angloindio Hari Kunzru. Un auténtico éxito de ventas en todo el mundo y una sorpresa tanto para lectores como crítica. A pesar de la entradilla de Alfaguara en la portada:
Sólo faltan unos minutos para que tu ordenador deje de funcionar, no se trata de un libro de hackers, o de cifrados, o de claves templarias ocultas en el secreto código fuente de
Windows. Tampoco entra en absoluto en el tan querido género por muchos de la ciencia-ficción. No. La sinopsis de la contraportada nos da alguna pista:
“Arjun Mehta, un tímido genio de la informática, no quería sembrar el caos. Para un inmigrante indio asustado, la idea de crear un virus con la imagen de su actriz favorita sólo era una buena manera de hacerse imprescindible para su empresa.” La novela es ágil, amena y divertida. En ocasiones, muy divertida. Haciendo uso de una singular ironía, el autor destroza el tiempo en que nos toca vivir, el de la inmigración ilegal, la explotación de los programadores que vienen de terceros países, la vaciedad de muchas empresas
puntocom, la frivolidad y despilfarro de ciertos organismos de la Unión Europea, la hipocresía de unos pocos y la desgracia de muchos. Y el final está lleno de una ingenuidad y ternura que resultan casi chocantes. Pero no se lo voy a contar yo aquí. En resumen, una lectura excelente muy recomendable ahora que ya ha terminado Operación Triunfo y tendremos más tiempo libre para gastar. El otro, el libro premiado con el Planeta, siempre podrá esperar hasta las Navidades. Del año 2050.