No sabemos qué hay detrás, pero podemos darnos el gusto de llenarlo de pintadas. Blog sobre Ciencia, Tecnología y Política que, como luz y materia tras el Muro, son casi la misma cosa.
Por estas cosas del azar, me encuentro con la introducción perfecta al comentario previsto para hoy. Se nos anuncia con gran alegría la próxima venida al mundo del futuro heredero del Reino de España. La noticia debe de ser importante, porque ha eclipsado a los Fernando Alonso, Rafa Nadal, Sergio García, el Tau Vitoria e, increíblemente, al duelo liguero entre Barcelona y Madrid. Seguro que muchos de ustedes recuerdan, como yo, aquello del Caudillo de España por la Gracia de Dios. Pues bien. Hoy la regencia ya no es cuestión divina, sino puramente genética. Algo parece que hemos mejorado. No es exactamente una selección natural como la propugnaba Darwin, pero es que ha pasado poco tiempo aún. Dejemos a la naturaleza seguir sabiamente su curso lento e inexorable hacia otras formas de gobierno menos anacrónicas. Donde las cosas andan revueltas al respecto de la evolución es, paradójicamente, en el país más evolucionado del planeta. En el imperio de George W. Bush, la revista de Ciencia Nature –una de las más importantes del mundo–, ha hecho saltar las alarmas. El motivo: el peligroso avance de los creacionistas, y más en concreto, de los defensores del llamado Diseño Inteligente. Pero, ¿qué es este diseño? Pues no se trata de una lavadora paritaria, ni de un comentario ministerial acerca de la Pasarela Cibeles, ni tan siquiera de un merecido halago hacia la nueva PSP de Sony. No. Se trata de una versión actualizada de la Teoría Creacionista, la versión clásica de la aparición del hombre sobre la Tierra por la acción directa de Dios y no por efecto de la evolución natural. Para sus partidarios la vida es demasiado compleja como para haber sido fruto del azar, por lo que argumentan que una inteligencia superior ha tenido que guiar la evolución. Obviamente, Dios. Una especie de fundamentalismo cristiano que está cobrando fuerza incluso en los campus universitarios, que se inundan de sus prosélitos, para preocupación del mundo científico. Tanto es así que estos días un comité del Consejo de Educación de Kansas –un organismo formado por simples ciudadanos que duermen con la Biblia debajo de la almohada–, examinará pruebas a favor y en contra de Darwin, para decidir cómo tiene que enseñarse la evolución en las escuelas de ese Estado. Ahí es nada. En pleno siglo XXI estamos haciendo que los jueces antepongan las leyes humanas a las propias de la Naturaleza, sin darnos cuentas de que las cosas, como las manzanas, se caen por su propio peso amén de por estar maduras. Como reza –y nunca mejor dicho, pues lo escribió un monje– el principio llamado Navaja de Occam: "Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem". Que se puede traducir como que “no ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias.” Vamos, que la explicación más simple es siempre la preferible. Y se me antoja que Dios no es precisamente algo simple. Sumidos en estas cuitas, no nos queda sino apostar por el progreso mejor que por el progresismo y esperar la opinión al respecto de la Ministra de Cultura. Para echar unas risas y desdramatizar el asunto, claro.
Por la Gracia del Dios diseñador: «
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