¿Qué es mejor, el hombre o la máquina? Al recordar las novelas de Asimov sobre el asunto -"I robot"-, o visto el éxito de la saga "Matrix", empiezo a pensar que lo segundo es más fiable que lo primero, de largo. Al menos, en todas aquellas tareas en las que una máquina pueda sustituir a un funcionario. Siguiendo con mis andanzas, les pondré dos ejemplos. El primero sucedió en Los Ángeles, frente al mostrador de inmigración. Uno de mis compañeros de viaje, técnico de TVE, fue repatriado sin explicación alguna. No escribiré aquí sobre el trato vejatorio que recibió -pudo leerse la noticia en algunos medios informativos-, pero sí incidiré en el hecho de que esta persona llevaba toda su documentación en regla, pasaporte digital incluido. ¿Se acuerdan de aquella columna que escribí al respecto? Ahora me parece una triste premonición. No les aburro con el asunto, más político que científico, pero el final de la historia es que EEUU "se reserva el derecho de admisión, sin criterios objetivos, da igual el tipo de documentación que se muestre (Embajada dixit)". El resto del grupo corrimos mejor suerte, sencillamente porque topamos con otros policías menos alienados o, simplemente, menos estúpidos. La segunda historia ocurrió en Madrid, a mi llegada a Barajas. No es tan dramática, pero sí significativa. Y más para un canario, o para uno que se siente como tal. Debido al gran número de enlaces y horas de vuelo, amén de cambios horarios imprevistos, perdí la conexión Madrid-Tenerife, operada por Iberia. El empleado de esta empresa se negó a cambiar mi billete, alegando razones de tipo "técnico" (era una tarifa "cerrada", sin derecho a devolución). Aún estando conforme de mala gana con esto, no lo estuve con el hecho de que pretendiera negarme el descuento de insularidad. En mi DNI figura mi antiguo domicilio peninsular, por lo que siempre viajo con el pertinente certificado de residencia -que expide automáticamente CajaCanarias al módico precio de 2 euros, creo recordar-. El burócrata se enrocó en que tal papel era "ilegible" -inciso a los responsables de CajaCanarias: por ese precio no estaría de más usar tinta indeleble en sus documentos- y, cuando pudo al fin cotejar los papeles, ¡no sabía dónde estaba La Laguna! Después de un cursillo acelerado de Geografía sobre Canarias, conseguí el anhelado billete a un precio razonable y me dirigí a la puerta de embarque que, como muchos de ustedes saben, suele ser la E-57 -hasta que terminen la ampliación, en que nos pondrán aún más lejos-. Francamente, no sé qué es peor, si ser hispano en EEUU o canario en Madrid: ¿Nunca nos perdonarán las dos ligas?
Publicado en
El Día de Tenerife, sábado 8 de Noviembre de 2003