Esta semana el Gobierno ha tenido a bien acordarse de doce millones de españoles. Así, de golpe. Dado que no hay tantos homosexuales, ni tantos divorciados, ni siquiera tantos diseñadores de moda, ya habrán adivinado que me refiero a los internautas. Lo uno no quita lo otro, y también homosexuales, divorciados y modistos pueden navegar y hasta zozobrar. Incluso se puede ser internauta, homosexual y modisto a la vez aunque, de momento, no divorciado. Pero eso don Juan Fernando López Aguilar, a la sazón ministro de la cosa justiciera, lo arregla en diez días o poco más. En uno te casas, en diez te divorcias, y en lo que dura ese "lapsus" -se supone que es un error, claro-, hasta se pueden tener hijos. Lo que la naturaleza logra en nueve meses, un canarión lo arregla en nueve días. Perdón, que me disperso. Les contaba que el señor Montilla, que es ahora el ministro encargado de la cosa tecnológica -antes nos encajaban en Educación, Ciencia o Cultura, pero ahora somos como los astilleros, de Industria, les sonará por aquello del navegar-, ha presentado un plan denominado "Todos en Internet". Qué bien. El plan ya estaba hecho, pero da lo mismo, es como nuevo que para eso le hemos cambiado el nombre. ¿Qué tocamos hoy? Lo mismo que ayer, que hay gente nueva. Se llamaba "Internet para todos". Si no funciona este año tampoco, pues le pondremos "Todos y todas en Internet", "Internet para todas y todos", y así ad nauseam. Este tejemaneje empezó con la primera ministra pepera del ramo, Ana Birulés, que logró el récord de presentar el mismo plan cinco veces en dos años. Luego fue Piqué, y luego Juan Costa "el Breve", los que intentaron enredarnos, valga el juego de palabras. Pero no, hemos tenido que hacerlo todo solos. A pesar de Telefónica, su monopolio y sus tarifas -bienvenida sea, por fin, la competencia real-. A pesar de la CMT, al servicio de ésta, vetando las iniciativas de algunas localidades de procurar acceso WiFi gratuito a sus ciudadanos -¿qué mejor forma de llevar internet a todos y todas?-. A pesar del antedicho ministro canarión y su colega, la disparatada ministra de Cultura, que siguen amenazando con la cárcel a todo aquel que se siente delante de un ordenador y haga perder dinero a ese otro canarión que dirige "su" Sociedad de Autores. A pesar de todo esto y mucho más somos doce millones. La campaña cuesta dieciséis, seis para publicidad y diez para sensibilizarnos. Casi que podrían darnos un euro per cápita y quedarse con el resto. O que se los den a Teddy pero que nos dejen en paz. Que ya estamos muy, pero que muy sensibles.