En esta semana otra noticia, más propia del día de los Inocentes que del día de los Difuntos, aparecía en la prensa para remarcar -aún más si cabe- el enorme vacío digital que anida en los cráneos de algunos de nuestros políticos. La noticia hablaba de la intención de conseguir dominios de internet "con denominación de origen". En este primer caso, para Cataluña. Y la moción era apoyada incondicionalmente por el ministro de Industria que, casualmente, es catalán. Como seguramente saben, con el nuevo Gobierno ahora la Tecnología y sus derivados o excrecencias -por el tratamiento que algunos le dan a internet, éste parece ser el caso- están bajo la jerarquía de Industria, mientras que antes lo estaban bajo "Ciencia." (Hago un inciso porque acabo de ver, por increíble que parezca, que el último ministro del ramo, Juan Costa, trabajará junto a Rodrigo Rato en el FMI. Supongo que lo mismo le habría dado ser nombrado Jefe del parque de bomberos de Madrid o Director del Observatorio para la Conservación del Momento Angular, por ejemplo) Ironías aparte, como decía, el personal está empeñado en que aparezca el sufijo ".cat" en nuestros navegadores. Y en un futuro próximo, cómo no, pediremos el ".can" para nosotros. Así, como gatos y perros o perros y gatos. De momento la petición no cuaja, y el máximo organismo en la cosa de asignación de dominios ha dicho que nones, que no se cumplen los requisitos. No se apuren, que no cejarán hasta conseguirlo. Otras autonomías, nacionalidades, regiones o federaciones quizá se moderen un poco en sus pretensiones, sólo sea por no caer en el ridículo ante los ojos de la comunidad navegadora internacional. Imaginen, por ejemplo, las risas que pueden causar los madrileños con un "jjoo2012.mad" -literalmente, Olimpiadas para locos-, o las fuerzas y cuerpos de seguridad de don Manuel Fraga con un similar "policia.gal". Mejor que se queden todos quietos, aunque será difícil lograrlo. Que piensen, si son capaces, que internet nace y crece con el propósito de derribar fronteras, no de crear nuevas barreras, y que su éxito radica en la libre circulación de información y de opiniones, por contrarias y repulsivas que éstas nos puedan parecer en ocasiones. Si políticos y jueces no siguen cometiendo la torpeza de dar cancha a estas minorías, amplificando sus vilezas en los medios de comunicación sensacionalistas -claramente incapaces de autorregularse en estas materias-, internet podrá seguir siendo un mundo sin fronteras, abierto e independiente. La censura es lo único que puede y debe ser censurado.