La noticia que hoy traigo al comentario -me siento como Carrascal en sus mejores tiempos escribiendo esto- es realmente curiosa. Y no tiene nada que ver con la SGAE, aunque el título de la misma puede dar lugar a una divertida confusión: "Un insecto robot logra camuflarse en una colonia de cucarachas." ¿A que es sugerente? Según la ponencia presentada en un congreso de robótica en Barcelona, el bicho se comporta acorde a las pautas de conducta de estos simpáticos insectos. Insectos que se le acercan confiados porque, además de chips, sensores de infrarrojo y otros ingenios, el señuelo ha sido barnizado de una abundante capa de feromonas para hacer amigos y amigas entre los llamados ortópteros. El invento puede extenderse a otras plagas, como la langosta -estamos en alerta por ello en Canarias, creo, no ganamos para sustos-. El objetivo del plan, que parece serio y es parte de un programa de investigación europeo que lleva gastados dos millones de euros, es convertir disimuladamente a uno de estos robots en líder natural de la colonia. Se supone que para que se maten entre sí, eviten embarazos no deseados, o se queden en sus agujeros viendo el derby sin molestar. Esta historia me trae a la cabeza la famosa y fantástica novela de ciencia-ficción escrita hace unos cuantos años por un mormón de imaginación prodigiosa, Orson Scott Card y su "Juego de Ender". Para aquéllos que no la han leído, recomendación al canto. Y para el resto -ese 40% que siente más aversión por los libros que por las propias cucarachas-, el aviso de que ya están rodando la pertinente película y no tendrán que hacer ningún esfuerzo intelectual. En la novela, los humanos "programan" el nacimiento de un joven líder, educado desde niño para acabar con la plaga de los "insectores", una civilización alienígena que amenaza a la Humanidad. El niño crece dentro de una institución militar, practicando constantemente con su videoconsola todo tipo de estrategias para terminar con el enemigo. Lo malo de la ciencia-ficción es que en ocasiones da ideas -no precisamente buenas- para actuar en la vida real. Cuando leí que el ejército norteamericano desarrolla sofisticados videojuegos de guerra, que distribuye gratuitamente en colegios e institutos con el único fin de fomentar el futuro alistamiento de sus jóvenes, me quedé asombrado. El mismo videojuego que creó Scott Card en su novela existe incluso ya en la vida real -y los que nos esperan para cuando se estrene la película-. Aquí, una empresa informática española es premiada y bendecida por su repugnante "Comandos", pura violencia. Aunque un programador guasón ha estado a punto de ir a la cárcel por un ingenuo e hilarante juego llamado "La matanza cofrade", que dicen ofende sentimientos religiosos allá por Triana. Pongámonos de acuerdo y, si hay que divertirse matando porque lo llevamos en las feromonas, que sean sólo cucarachas.